miércoles, 8 de junio de 2011

El orden de las instrucciones sí altera el producto

Un buen texto instructivo (sea un manual, el prospecto de un medicamento o la etiqueta de un producto) da las instrucciones en el orden correcto. Parece una obviedad, pero a veces este principio básico se pasa por alto.

Pongamos como ejemplo una receta de cocina. El usuario o lector tiene que batir unos huevos y después agregarlos a la preparación. Presentamos dos posibles versiones del texto instructivo.



Versión 1
1. Agregue los huevos a la preparación, previamente batidos.
Versión 2
1. Bata los huevos.
2. Agréguelos a la preparación.
Muchos dirán que la versión 1 es mejor ya que en una sola oración se ha dicho todo. Sin embargo, ¿por qué es la versión 2 mejor que la 1? Porque, si el usuario sigue los pasos según esas instrucciones, agregará los huevos y, cuando al final de la oración se entere de que había que batirlos, será demasiado tarde.

La redacción de este tipo de textos surge del conocimiento y de la experiencia. Por eso, el redactor técnico no es un mero escribiente, sino un profesional que analiza el procedimiento que hay que enseñar o transmitir, que establece cuál es el orden más seguro para que el lector siga los pasos y que, finalmente, lo pone por escrito. Como se ve, la escritura propiamente dicha es solo una tercera parte del trabajo y refleja cabalmente si el redactor pensó en el éxito y la seguridad de su lector o no. En pocas palabras, en el mundo de los manuales, el orden de las instrucciones sí altera el producto.

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